"Del mito al logos" (Vom Mythos zum Logos) es el título de una obra del filólogo alemán Wilhelm Nestle, escrita en el año 1940. Con esta expresión el autor quería significar la transición entre el pensamiento mágico y el racional. Sin embargo, en pleno siglo XXI, los terrenos del mito siguen siendo demasiado amplios, a costa del logos. Aun entendiendo que la frontera que las delimita no es una gruesa línea recta, sino un trazado sinuoso y sorprendente, conviene no confundir estas dos naciones. Es lo que trataremos de hacer aquí. Bienvenidos.

lunes, 6 de septiembre de 2010

¿Por qué hablamos de 'Dios' cuando queremos decir 'técnico en gestión de fincas'?

La presentación en sociedad del nuevo libro de Stephen Hawking -en colaboración con Leonard Mlodinow- "El gran designio", ha desatado (o vuelto a desatar, mejor dicho) la caja de los truenos teístas y ateístas. Se agradece que, en esta ocasión, el ámbito de la discusión se sitúe en la cosmología y en los orígenes del universo. Uno ya empieza a cansarse de este pugilato entre fervientes creyentes y fervientes increyentes en canchas emocionalmente inestables, como cuando se polemiza sobre el "sentido" del mal en el mundo o sobre el sufrimiento humano. En fin, ese tipo de cosas. Una discusión sobre la pertinencia del concepto 'Dios' como factor explicativo en las condiciones límite del Big Bang nos traslada, sin embargo, a terrenos intelectualmente más placenteros y menos pasionales. O al menos, así debería ser. El tono de algunas de las críticas a la afirmación del profesor Hawking sobre la no pertinencia de Dios en las ecuaciones cosmológicas parece indicar, por el contrario, que razón y pasión están más imbricadas de lo que deberían.

Hawking no dice, en realidad, nada que no haya apuntado en otros libros suyos, en especial en el celebérrimo y tal vez sobrevalorado "Historia del tiempo"; sobrevalorado en lo que hace a su claridad expositiva, que no en cuanto a su contenido, claro está. Cuando al final de esa obra menciona 'la mente de Dios', se está haciendo un uso claramente metafórico de esa figura. Se trata de un recurso que muchos científicos, en especial físicos 'de las profundidades' (cosmología y mecánica cuántica) y matemáticos, utilizan con profusión. También existe un entrañable grafiti conceptual, el del 'ojo de Dios', que suelen utilizar algunos filósofos para situar ciertos problemas epistemológicos o morales desde una perspectiva totalmente exterior, desde la ubicación de un observador plenipotenciario. Y nadie discute sobre si el divino hacedor usa o no gafas. No merece la pena detenerse más en estos particulares.

Lo que me llama la atención es, precisamente, el uso y mención del concepto 'Dios' cuando se tratan estas cuestiones teóricas de la física profunda. Entiendo que muchos científicos se vean afectados por el estro poético ('estro' en su sentido inspirativo, no sexual, ¿o también?) a la hora de mentar a Dios; al fin y al cabo, son muchos años de judeocristianismo a cuestas, y hay vicios -perdón por el término- que no desaparecen de la noche a la mañana.  Pero, ¿tiene sentido polemizar sobre estos asuntos, más allá de las estrategias comerciales que mueven los hilos de estas contiendas? A veces 'Dios' -la noción- tiene la utilidad heurística de un punching ball contra el que ejercitar la musculatura argumental de unos y otros. Como ejercicio filosófico, lo encuentro interesante: soy un ferviente admirador de la profundidad y espesura intelectual y emocional de la idea de Dios. Sin embargo, me parece que el uso reiterado que suele hacerse de este concepto en obras serias de divulgación científica tiende a distraer la atención de las cuestiones reamente importantes. Si lo que queremos es descubrir las causas últimas del surgimiento del universo, o al menos ofrecer explicaciones completas y coherentes de este hecho, tratemos de echar mano de los conocimientos ciertos disponibles y de las hipótesis más prometedoras -la teoría M de las supercuerdas, por ejemplo- e intentemos definir las características generales que debería tener una explicación completa de este tipo. Que no es poco. Yendo hacia atrás en el espaciotiempo, más allá de esos famosos tres primeros minutos del universo de Steven Weinberg, ¿deben incluir las características generales de esa explicación total aspectos relacionados con la existencia de un ente divino intencional, volitivo y personal, por ejemplo (por citar tres características relevantes que los actuales monoteísmos no se cansan de destacar)?  A juzgar por lo que sabemos hasta la fecha -y sabemos mucho-, no lo parece.

Todas las religiones proclaman la necesidad de Dios -en ello les va el negocio, claro- como factótum explicativo. Esto incluye, supongo, tanto el ámbito de lo humano como el de la realidad física. Dios es necesario para entender por qué sufren los inocentes, pero también lo es para explicar por qué existen los gorrioncillos del campo o por qué los icneumónidos son tan mala gente y traen de cabeza a los estudiosos de la teología natural. Es decir, las religiones no pueden abdicar de sus pretensiones explicativas sobre la realidad física última del universo. Pero esto también lo hace la ciencia ¿o no? Ya la tenemos montada, me temo. Y sin embargo, pese a sus querencias totalizadoras, la religión (utilizo el singular para referirme al fenómeno en su generalidad histórica y conceptual, más allá de tipologías) no ha hecho sino retroceder hasta los márgenes de la explicación física. ¡Qué buenos tiempos aquellos en los que la lluvia eran los orines de Zeus y las tormentas eléctricas eran fruto de la dispepsia divina! ¿Y qué pensar del espacio como el 'sensorio de Dios', tal y como afirmaba el supersticioso Isaac Newton? Ahora, por desgracia, 'Dios' ha sido apartado a empellones de los meollos explicativos por el método científico y ha quedado relegado al papel de simple portero del inmueble cósmico; es el que nos abre -y quizás nos cierra- la puerta de acceso al cosmos. De dueño del inmueble a simple técnico en gestión de fincas. ¡Eso sí que es una carrera!

Se nos dice que 'de la nada nada puede surgir' y que antes (sic) del Big Bang debía haber algo que explicara esa gran explosión primigenia. Dejando aparte lo aburdo que es hablar de 'antes' del comienzo del tiempo, estos prejuicios, montados sobre el terror epistémico a 'la nada' (sea eso lo que sea), no tienen fuerza lógica suficiente como para constituirse en el antecedente de una relación de consecuencia de la que se derive la conclusión que los teístas desean: 'debe haber algo en lugar de nada' (sea eso lo que sea que signifique). El lenguaje es un trabajador muy eficiente en la formulación de nuestros pensamientos, pero no se le puede pedir que estire sus prestaciones hasta el infinito. La 'nada' no existe, luego no puede haber 'algo' en lugar de la nada. Empezó a haber 'algo', probablemente, hace unos catorce mil millones de años. Y nuestro portero cósmico forma ya parte de ese 'algo', siquiera como exhalación del pensamiento o suspiro del corazón. Perdóname, Dios mío, por este lenguaje que acabo de emplear: me declaro reo de lesa claridad.

Dios habita en los márgenes de la explicación, en los callejones oscuros de la racionalidad y el conocimiento. Uno puede pensar que no es poca cosa, ser portero del universo, el portador de las llaves de la cerradura del Big Bang. Vale, pero ¿es necesario el portero para explicar por qué existe la casa y por qué es como es? ¿Es el portero el constructor del edificio? ¿Le pediríamos a él los planos de la construcción para hacer reformas? Involuntariamente, los propios monoteísmos han ido aceptando este papel para su más lograda criatura -entiéndase, la idea de 'Dios'- tras ir perdiendo cada vez más puntos en los sucesivos touché que la ciencia les ha ido propinando en este singular combate de esgrima.  Parece que, visto lo visto, las religiones van a tener que conformarse con este nuevo perfil laboral para su protegido. A la vista de todo esto, ¿merece la pena levantar polémicas como la protagonizada por el profesor Hawking y sus detractores, si queremos ir más allá de lo que no es sino una sabia táctica de mercadotecnia?

Aún puede ser peor para el teísmo más recalcitrante. En la permanente negociación del convenio colectivo sobre la ontología del cosmos pueden perder su utilidad algunos entrañables y viejos amueblamientos y algunos oficios casi gremiales a los que los habitantes de la casa -nosotros- terminan por no encontrar ninguna utilidad. Por ejemplo: ¿es necesario un portero para la finca, cuando podemos sustituirlo por un telefonillo de última generación?

En ello estamos, diría yo.

5 comentarios:

  1. Muy buena entrada. Es descorazonadoramente cansina la insistencia de los científicos de procedencia anglosajona de ponerse "poéticos" (como tú dices) y no tener a mano una metáfora mejor que la que menta a Dios. Toda la racionalidad que consiguen inculcar (sea la que sea)en las molleras de sus lectores mediante el resto de su obra, lo destruyen en una desafortunada frase de menos diez palabras. Yo aún se lo reprocho a Einstein de cuando en cuando.

    Por lo demás, me ha gustado la analogía con el administrador de fincas, es bastante acertada y da lugar al juego del párrafo final, que ilustra perfectamente la idea general del destierro de la religión a los confines de la ciencia.

    Una pregunta: ¿cómo encajan exactamente los icneumónidos en el "debate" contra el creacionismo? (Toda arma es poca ;P )

    Un saludo, Jose Brox

    ResponderEliminar
  2. Gracias por tus comentarios, Jose. La cuestión de los icneumónidos la obtuve de un delicioso artículo de Stephen Jay Gould ('La naturaleza amoral') de su libro 'Dientes de gallina y dedos de caballo' (Crítica). En este texto, Gould pretendía poner en solfa las pretensiones de la teología natural del siglo XIX; esta doctrina defendía que la naturaleza, como producto de Dios, no podía ser mala, debía ser moralmente buena. Los ejemplos de dolor y sufrimiento se consideraban anecdóticos y en todo caso como un breve mal necesario, en el que se trataba de infligir el menor daño posible a las víctimas (por ejemplo, las leonas matan a las gacelas de una forma rápida e indolora). Pues bien, Gould menciona a los insectos icneumónidos como un ejemplo de todo lo contrario: de lo cabrona que la naturaleza puede llegar a ser con sus hijos. En realidad, defiende Gould, la naturaleza no es ni moral ni inmoral; es sencillamente amoral, y por tanto no puede servir de espejo de la bondad divina.

    Este es el contexto de mi mención de estos insectos. En cierto modo es un ejemplo más que rebate las pretensiones del creacionismo, pero uno puede tomarlo como quiera; ya sabes, el mal en el mundo no es un 'problema', sino un 'misterio', como dicen los creyentes.

    ResponderEliminar
  3. Por supuesto, a posteriori siempre se puede racionalizar cualquier prueba en contra alegando que "así es la voluntad de Dios", y Santas Pascuas.

    Gracias por la referencia al artículo de Gould (juraría que he leído ese libro entero, ¡pero no recuerdo ese artículo!). Por cierto, imagino que lo sabes, pero Gould era creyente, y fiel adalid (y el que más daño ha hecho a la ciencia, me atrevería a decir, debido a su notoriedad y a su postura abiertamente escéptica en cuanto a otros asuntos) del argumento de los magisterios separados. No sé cómo no alcanzaba a ver que sus propios razonamientos y las evidencias que él mismo aportaba para desmontar los aspectos más literales de la religión constituyen en sí mismos una argumento epistemológico sólido que derriba irrevocablemente la vana pretensión de la separación de los "magisterios".

    ResponderEliminar
  4. Ignoraba que Gould fuese creyente. De hecho, él siempre se tuvo por científico marxista. Junto con Richard Lewontin y otras notoriedades formó parte, en los años setenta, del movimiento 'Science for the people'. De todos modos, me parece algo exagerado afirmar que es 'el que más daño ha hecho a la ciencia' por su tesis sobre los dos magisterios. Esta postura también la mantiene Francisco Ayala, él sí creyente y ex fraile. Sin embargo, Ayala es uno de los más importantes valedores de la evolución darwiniana frente al creacionsimo. Yo no comparto el punto de vista de los magisterios separados, pero creo que Gould ha sido uno de los científicos más notables en el área de la paleontología, además de ser uno de los mejores divulgadores científicos de todos los tiempos. Se nota que siento un gran aprecio por él, ¿no?

    ResponderEliminar
  5. No pretendía afirmar que "Gould es el que más daño ha hecho a la ciencia DEBIDO A su argumento sobre los dos magisterios", sino que "Gould es el que más daño ha hecho a la ciencia DE ENTRE los que se acogían al argumento de los dos magisterios".

    De hecho, me atrevo a hacer una afirmación que va aún más allá: si hoy en día el arumento de "los magisterios" es conocido con tal nombre en el terreno "profano", se debe casi en exclusiva a la publicidad que le dio Gould en esos términos.

    Yo también siento un gran aprecio por Gould y lo considero un divulgador de primer orden, sus artículos son verdaderas gemas. Por eso entenderás que tanto más hace esto que me duela que la misma lógica que le hacía apoyar el darwinismo no le llevara hasta sus últimas conclusiones.

    De Ayala opino lo mismo (en realidad, peor), con la salvedad de que ni es tan buen divulgador ni tiene la misma notoriedad a nivel histórico que Gould (hasta donde alcanzan mis lecturas y conocimientos, claro).

    ResponderEliminar