"Del mito al logos" (Vom Mythos zum Logos) es el título de una obra del filólogo alemán Wilhelm Nestle, escrita en el año 1940. Con esta expresión el autor quería significar la transición entre el pensamiento mágico y el racional. Sin embargo, en pleno siglo XXI, los terrenos del mito siguen siendo demasiado amplios, a costa del logos. Aun entendiendo que la frontera que las delimita no es una gruesa línea recta, sino un trazado sinuoso y sorprendente, conviene no confundir estas dos naciones. Es lo que trataremos de hacer aquí. Bienvenidos.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

La ciencia en España (no hay dos sin tres): la insoportable levedad de las ciencias experimentales

Algo más sobre la ciencia en España. Si nos atenemos a los datos de la IV Encuesta Nacional de Percepción Social de la Ciencia y la Tecnología, elaborada en 2008 por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), ‘sólo’ un 31,7 % de la población española no manifiesta ningún interés por la ciencia, en comparación con el 36,6 % que declaraba esa falta de interés en 2006. Esto quiere decir que, de una u otra forma, el 68,3 % de los españoles tiene una actitud inicialmente positiva ante la ciencia. Si buscamos los instrumentos a través de los cuales nuestros compatriotas se informan sobre noticias científicas, encontramos que el 82,3 % lo hace a través de la televisión y el 32,9 % por la prenda diaria de pago, en contraste con un escaso 10,6 % que utiliza los libros y un aún menor porcentaje del 1,8% que echa mano de revistas especializadas. En esta misma encuesta se observa, sin embargo, que un porcentaje muy alto de los encuestados considera que la televisión y la prensa diaria de pago ofrecen una información insuficiente sobre ciencia, aunque esta valoración para los libros y las revistas especializadas es notablemente mejor.

Por otro lado, como puede apreciarse en el Informe COTEC 2009, (página 42, gráfico 31), en el curso 2006-2007 la distribución de alumnos universitarios por disciplinas académicas en España era la siguiente: ciencias sociales y jurídicas (49,2 %), especialidades técnicas (26,0 %), humanidades (9,3 %), ciencias de la salud (8,9 %) y ciencias experimentales (6,5 %). Estos porcentajes se han mantenido casi idénticos desde el curso 2000-2001. Parece así que en nuestro país existe un interés genérico positivo por la ciencia y la tecnología, que sin embargo no encuentra una formulación práctica: nos informamos sobre las noticias científicas a través de medios que no nos merecen confianza y tendemos a valorar profesionalmente las carreras ‘de letras’ en un sentido amplio (en casi un 60 %) y las enseñanzas técnicas de supuesta aplicación práctica (casi un 35 %) por encima de las ciencias experimentales o ‘puras’ (reducidas a un 6,5 %). Y arrastramos estas tendencia desde hace años. De alguna manera, el “que inventen ellos” sigue vigente entre nosotros.

Por esta razón, creo que hay cierta base para las afirmaciones de Carlos Elías en esta entrevista publicada el año pasado. Elías, autor del libro La razón estrangulada, denuncia el alarmante descenso de vocaciones para las llamadas 'ciencias puras' y relaciona polémicamente este hecho con el predominio de una mentalidad 'de letras' en nuestros gobernantes. Constata este autor el escaso número de vocaciones científicas en las carreras universitarias (si excluimos de esta categoría a los estudiantes de ingeniería y a los postulantes a profesionales de la salud) en contraste con el elevado porcentaje de matriculaciones académicas en disciplinas jurídicas y sociales (derecho, sociología, ciencias políticas, economía, periodismo).


Las tesis de este profesor - químico de formación y actualmente profesor universitario de ciencias de la información- no dejan de ser chocantes con las de quienes se lamentan de continuo por el retroceso de las matriculaciones en 'letras puras' a causa de la presión de un mercado laboral cada vez más especializado en una sociedad altamente tecnificada. Y pese a todo, el porcentaje de alumnos matriculados en estas disciplinas es algo superior -recordemos, un 9,3 %- al de matriculaciones en el conjunto de ciencias experimentales, que es de un 6,5 %.

Las humanidades comparten con las ciencias experimentales su carácter de saberes sin una aplicación práctica inmediata, más allá de las consabidas salidas de las enseñanzas medias, las oposiciones y el calvario del circuito de investigación académica. De modo que lo que parece primar en España no es exactamente una ‘sociedad del conocimiento’, sino más bien una ‘sociedad de la aplicación práctica lucrativa del conocimiento’, No se trata sólo de que España sea un país ‘de letras’: se trata más bien de que la estructura académica de nuestro país no hace sino reflejar nuestra propia estructura social, con sus prioridades, sus preferencias, sus indiferencias y sus desprecios.

Hasta aquí, nada nuevo. Más interesantes me parecen las reflexiones del profesor Elías sobre el papel trivializador que en muchas ocasiones ejercen los medios de comunicación al tratar noticias científicas y sobre la imagen, un tanto esperpéntica, que aquéllos dibujan al representar a científicos o personas con inquietudes científicas. El caso del Fidel de ‘Aída’ es un ejemplo; otro, que yo apunto, el del científico loco representado por Flipy en ‘El hormiguero’. También creo dignas de consideración sus afirmaciones en relación con los sistemas de medición de la excelencia científica, computable tan sólo por el número de publicaciones en revistas especializadas y no por la calidad de sus contenidos. Pero esto afecta por igual a ciencias y a letras, al igual que los vicios estructurales presentes en la universidad española, y no veo hasta qué punto haya de ser esto imputable únicamente a la mentalidad ‘letrista’ de los responsables políticos de la educación en nuestro país.

Por otro lado, “publica o perece” es un mantra de supervivencia casi universal en la jungla de la producción científica, y no sólo en España, por lo que no parece ser una causa particular de nuestro atraso científico. En definitiva, creo que Elías acierta en general con el diagnóstico y con algunas de las causas, pero tal vez no haya tenido en cuenta la dependencia que el armazón académico español muestra respecto de nuestra propia estructura social, aunque esto no es, desde luego, una justificación: un sistema eficiente de ciencia y tecnología debe ir siempre dos pasos por delante de su entorno social, político y económico. Y en España este no es, me temo, el caso.

1 comentario:

  1. Buenas tardes Macomu,

    En primer lugar, quisiera disculparme, pero no he encontrado otra manera de contactarte que a través de los comentarios.

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