
El primero, Seis razones impiden la reconciliación entre evolución y religión, viene a decir que un importante porcentaje de la población estadounidense es remisa a aceptar la teoría de la evolución biológica porque entiende que socava sus creencias religiosas -basadas normalmente en el literalismo bíblico- y porque supone que la aceptación de la evolución va en contra de la dignidad moral y ontológica del ser humano y atenta contra los principios inspiradores del sistema social y político establecido.
El segundo, El ser humano sigue siendo una criatura religiosa, contempla la religión como un mecanismo evolutivo con evidentes ventajas adaptativas en la supervivencia de los grupos de Homo sapiens, al introducir un factor de orden y cooperación que favorecería la estabilidad biológica y reproductiva de nuestra especie: moralidad y buen gobierno, por tanto, como resultados palpables del adaptacionismo religioso. Este artículo también se pregunta por el actual sentido adaptativo de la religión y sugiere la necesidad de una transformación de la religiosidad más acorde con los tiempos actuales.
Imaginemos la situación: la evolución biológica da lugar al surgimiento de un primate muy evolucionado, Homo sapiens, que entre otras estrategias adaptativas genera un sistema de creencias sobrenaturales -que podemos compendiar como 'religión' y que, en cierto modo, supone una negación consciente de su propia condición material (perdón por el tono marxiano de esta disquisición).

Se trata de dos dispositivos evolutivos surgidos de un mismo proceso -la hominización- para atender importantes necesidades de adaptación al entorno. Sin embargo, son estrategias esencialmente antitéticas, aunque funcionalmente complementarias. La una (religión) se mueve en el campo de lo motivacional, aunque posee una estructura explicativa; la otra (ciencia) se desplaza por el campo de lo explicativo, aunque, desde luego, no carece de un componente motivacional.
Pero la religión resulta ser una estrategia confusa: en cuanto su poder explicativo va mermando, por acción justamente de la otra estrategia adaptativa, la ciencia, va perdiendo también su fuerte poder motivacional. Por su lado, el imperialismo explicativo de la ciencia es cada vez mayor, sin que su componente motivacional se vea por ello particularmente alterado. Y, al cabo del tiempo, se llega a la curiosa situación de que la religión, antaño gran explicadora de todo, resulta ser ella misma explicada por la otra potencia evolutiva, la ciencia, sin que esta última acierte a sustituir a la primera en el plano de las motivaciones.

O sea, que la religión es una adaptación para la ciencia, una adaptación científica, una metaadaptación.
¿No es todo esto un poco raro?